dolor


La memoria es selectiva. Viajar a un lager como Auschwitz remueve viejas heridas. Estar hospitalizado largas temporadas somete el cuerpo y la mente a una ausencia de realidad a veces. Los tiempos que uno se acostumbra son eternos y la muerte se presenta en forma de compañeros de habitación que se despiden para siempre. La fragilidad humana se evidencia en casi todo: las ataduras del cuerpo a los fármacos, la imposibilidad de movimiento, la incapacidad para realizar las necesidades más básicas como defecar o comer, … entonces uno se empequeñece y descubre que aunque parece que todo esté perdido todavía le queda su única dignidad como ser humano. Eso conviene recordarlo para dejar de ser la cama 13 de la habitación 315 de la 3 planta. Así el paciente como humano siente que la esperanza se encuentra en pasear por los momentos de la historia.

Auschwitz es como los pasos de la memoria de miles y miles de seres humanos que con sus miradas nos advierten que estamos solos y que en la medida que nos evadimos de la situación que vivimos nos abandonamos a la intemperie del vació y la nada. Por eso salir de Auschwitz es no dejar atrás la condición humana sino avanzar hacia delante para recuperar la historia y responsabilizarnos de nuestros destinos.

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