Se cambia de vestido a prisa. No se ha dado cuenta de que todavía lleva colgando la etiqueta con el precio. 32,50 euros. Iris se peina su pelo tan lacio. Eso le permite retrasar algo más el tiempo para salir a la calle. Nunca le ha gustado callejear porqué si. Otra cosa es perderse que lo viene haciendo desde que tiene uso de razón. 24 años y medio. A veces en su habitación junto al espejo se queda pasmada, medio absorta en sus sueños y entonces disfruta padeando por tantos y tantos laberintos. Iris es mágica con sus escapismos. Son las doce hora de salir. Con cara de pocos amigos ha bajado por la escalera. Sin mirar cuando el porton se abre, ni a izquierda ni derecha, empieza a caminar sin más. Tiene una prisa contagiosa que la desliza con sus zapatillas verdes. Parece volar con esa ligereza que va abriendose paso por donde pasa. Iris se detiene en seco. Algo le ha llamado la atención. Un escaparate luminoso despierta su interés. Parece quedar magnetizada, como si su esqueleto decidiera ponerse en huelga. A su lado un enorme orangutan con traje y corbata se la observa. Ha visto rápidamente el precio marcado. 32,50 euros. Sin pensarlo dos veces levanta la manaza pidiendo un servicio. Ha sonado un silbato. Dos focas acuden frente al escaparate, y en un plis plas empiezan a envolver para regalo aquel objeto marcado. Asi Iris empieza un nuevo día en casa del Señor Orangutan experto taxidermista.