
He bostezado dos veces. Hay sueño. En la imagen del espejo se proyecta algo inusual. De mi boca salen miles de hormigas rojas. Observo como van en fila. Me acerco casi tocando com mi rostro la escena . Escucho entonces una triste melodía. Las solenopsis andan de entierro. Unas cuantas tocan el clarinete, las otras guitarras , las del final el bombo . Finalmente las más rezagadas lloran con desconsuelo la pérdida. La línea que dibujan parece centrarse a una enorme hormiga de fuego que la llevan tirando de ella por cada lado. A pesar de todo serenidad frente al acontecimiento. Vuelvo a mirarme frente a mi yo e intento cerrar la boca. Cierto hormigueo recorre mis labios mientras castañean mis dientes . Atónito descubro como no hay en ellas más que obediencia a su condición de arthoprodos , con un cuerpo separado en tres secciones :cabeza, tórax y abdomen con sus patitas . Pienso en un instante si son las obreras , aquellas trabajadoras incansables sin mercado de consumo. El gesto con mis mandíbulas en ese intento de impedir que salgan más me está resultando imposible . Llaman al timbre de la puerta de casa. Con la boca abierta encuentro un hombre vestido con un mono amarillo que se presenta como el exterminador de plagas. Sin pensarlo mucho he cerrado. No quiero tener en mi consciencia ese sentido de culpa y responsabilidad de genocida de hormigas . En ese tiempo noto la ausencia de las invitadas fantásticas. Por fin podré ir a mi trabajo hoy.