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Sin saber que la vida y la existencia andan demasiado separadas para encontrarse en la saludable razón de un optimismo negligente uno se embarca en caminos redentores . Un camino redentor es el camino de Santiago , o el camino que se hacía de las estaciones en Hungria, Francia, Italia, Alemania hasta los campos de exterminio. Caminos de desesperada incertidumbre hacia la nada , o sea, hacia la muerte. Así uno se preguntaba en esos momentos cercanos al final se manifestaba imágenes aterradoras que le convertían a una en una simple negación sobre lo que todavía le quedaba de ser humano ? Verdugos, víctimas, colaboradores, perpetuadores , culpables , complices , todas andaban en ese mismo tren sin saberlo , porque todas sabían que no había posibilidad alguna de salvación , frente al absurdo de un mundo gris, inhóspito, insoportable, incoherente y malvado. La esperanza ese engaño que les permitía creer que serían capaces de redimirse de su pasado les andaba dando vueltas una y otra vez sin descubrir que ya todo estaba perdido , incluso su vida y su existencia. Pensar no era existir, existir no era pensar todo lo contrario el acento no estaba en el ejercicio de libertad con la voluntad y el deseo sino con la incapacidad para que una razón comprendiera el motivo que les llevaba a la muerte. Así de los pocos culpables juzgados en Nuremberg la mayoria jamás reconocieron que habían sido derrotados porque sabían que no lo habían sido jamás. La persona incapaz de pensar por si misma , la persona incapaz de saber valorar lo que hace no consigo misma sino con las otras personas nunca se salva, permanece anónimamente en el recodo de la indiferencia frente al bien, a la sociedad vulnerable a los que andan sin pensar en un mundo inhumano que de nada les sirve sobrevivir a pesar de tantas promesas del pasado.