Si eso de la alteridad nos hace rememorar la infancia o nos permite ser más transparentes puede que ese yo enquistado en nuestras muchas semiverdades debiera desvelar donde nos encontramos hoy. La metáfora platónica se fundamenta demasiado en el conocer , en un conocer la verdad para salvar nuestra alma de toda superstición.. ¿No serán acaso esos niños quienes en la sombra de la ignorancia prefieren descubrir por si mismos donde no desean estar ?
La modernidad no es consciente de que junto con el agua sucia de la superstición arrojamos también al niño de la alteridad. Pues la alteridad —tan fascinante como temible— solo llega a ser visible a través de las figuras monstruosas de la superstición. Esto, sin embargo, quizá sea tan antiguo como la crítica platónica al mito. Pues es desde ella que la alteridad solo puede ser en verdad pensada. O, por decirlo de otro modo, sin imaginarium de por medio, el carácter otro de lo real deviene una abstracción, una idea. Este fue el precio que tuvimos que pagar por dejar atrás nuestra infancia.