
Una manera de vivir con otro tipo de tiempo es en un hospital. Allí el tiempo es ausente y a través de esa falta de presencia, se convierte en denso y magnético. La espera que es evidente se sucede no representa nada más que un espacio muerto, donde nada se encuentra plenamente atendido. El que entra en un hospital puede ser un paciente, o sea, que pace de manera pasiva esperando que algo suceda y a su vez iluminado por una paciencia absoluta que lo debe convertir en activo. Por otro lado hay el visitante que entra y sale por las puertas giratorias que le dan acceso. En ese entrar hay luego la fábrica de mecánicos que operan, diagnostican, barren, friegan, apedazan, remiendan, suturan, sondan, anestesian, cortan, martillean, implantan,.. administran, gestionan,.. Esta claro que el tiempo conserva la paciencia en latas de amianto y en barriles de oro negro. Acaso no sirve.. para despertarnos la visceralidad de humanos engarzados a un dolor imposible. Ese tiempo entonces produce malestar porque cosifica los sujetos pacientes en numeros a modo de pulsera que los identifican. Preguntarse por un tiempo distinto a la vida de la calle permite entender lo alejado que esta el hospital de la hospitalia de los antiguos.
Es terrible…
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