
La miró con desprecio. Era una anciana que a penas se mantenia en pie. Ella balbuceo un sonido incomprensible. Entonces fue cuando le escupió un gargajo horripilante. No supo hablar más de lo ocurrido, ni siquiera aprendió a escuchar a quienes son los distintos, los otros, los sin nombre. El silencio cubrió esa noche para siempre su vida.