
La mujer hablaba con una vecina y le decía sin ningún tipo de timidez : «la vida es una mierda» . La tienda que se encontraban daba a un gran paseo amplio y luminoso. A su lado una gran superficie comercial con un nombre engañoso «bon preu» . Y como no ! un indigente , un pobre, un hombre sin techo , seguramente del norte de África , sentado en una caja de madera alargaba la mano , invocando una letanía .»ayuda por favor». La mujer debía tener sobre unos cuarenta años , tiempo preciso para encontrarse ya en el último tramo de la vida , arreglada y vestida para poder demostrar al cliente todo lo que sabía sobre los artículos que se vendían en la tienda. La voz subida de tono provocaba que quienes pasaban se detuviesen a escuchar esa frase lanzada como por casualidad en un mundo pandémico , bélico, indiferente a la naturaleza , ajeno a la pobreza, enormemente pragmático con los beneficios y los perdedores . Quien escuchaba era otra mujer mayor , de aproximadamente setenta años , pelo canoso, con bastón y vestida de negro que con su mirada al vacío parecía seguir el hilo de la conversación de calle. En el paseo , el quiosco y el parque de niños estaba repleto de madres y padres vigilando que nadie se hiciera daño con alguna caída, o algún golpe . Parecía , sin embargo , que en ese rebaño que se encontraba cerrado por unas vallas , delimitando el espacio lúdico , una cierta calma tensa obligase a que todo el mundo se auto vigilara mutuamente , como si la desconfianza fuera motivo para no estar nada tranquilo . A esa expresión de la señora «la vida es una mierda» se unía ahora una encrucijada de seres que pululando por el paseo observaban los juegos de la vida, pensaban en las compras de ese día, sentían la calor sofocante del bochorno de un verano que se avanzaba, junto con el ruido de coches, motos, camiones, patinetes eléctricos, skates , bicicletas . La delimitación de cada elemento en ese terreno permitía que absolutamente todo se encontrara ocupando un lugar y un tiempo . Nada parecía desubicado. Incluso quienes perdían su tiempo y su vida mirando el móvil para encontrar donde habían que dirigirse en ese instante estaban quietos , absortos en su operación de auto encuentro. La mujer seguía con su labia hablando y hablando con la escoba en la mano a modo de escopeta nacional para alejar posibles delincuentes . Nada era a la baladí , absolutamente nada.
La mujer que estaba en la entrada de la puerta de la tienda finalmente tuvo que entrar para atender a un cliente que había entrado . El hombre joven sin pensarlo mucho señaló el cartel que se encontraba en la pared . «Regala vida » . En las muchas estanterías se encontraban velas, collares, incienso, pulseras, telas de colores, cuadros, pinturas , objetos de cerámica, .. Sin dar tiempo a que respondiera la mujer que le atendía dijo :
- Por favor , envuélvamelo todo que me lo llevo , necesito encontrar el regalo perfecto para este mundo .