La mañana era como todas y es que todas son como una las viste . Sean de cartón piedra , de algodón dulce, de melón , o de lana de alpaca, en fin que sean como sean las hace una a su punto. Eso, como si se tratara de un buen solomillo de tofu o seitan.
Poco se le pegaban las sábanas , y poco tiempo le duraba estirarse como un gato de los que negros como el hollín le venían a pedir comida a eso de las seis de la mañana , porque ellos le encargaban de recordarle quienes eran. Nur y Perdida como gatos de interior de isla de casas le ayudaban con esos rituales de gestos : la comida en los dos cuencos, abrir el grifo del agua para beber del hilillo , esperar a limpiar sus residuos de forma curiosa , acariciarlos con ternura mántrica mientras meditaba, sentarse en el sillón para empezar a leer para que al fin durmieran nuevamente encima suyo .
Desde que le habían comunicado que padecía una neoplasia de próstata en grado tres otra de sus muchas dolencias se añadía a la lista. Des de los 12 años se conocía el mundo hospitalario como una amiga conocida. Pero aquella vez no sólo era un número más , los años no le perdonaron las pérdidas de amigos y amigas que ya había dejado por el camino. De hecho se encontraba desamparada de si misma , como si no hubiera lugar para cobijarse , para consolarla , para sentirse refugiada de esa intranquilidad que el mundo y la vida le dan a una cuando ya existe poca esperanza de tiempo.
Por eso , a pesar de las soledades que la acompañaban a todas horas la lectura de Flaubert con su «Madame Bovary» o «La educación sentimental» o «Salambó» que la había atrapado noches , o los cuentos como el de Felicité , le había en esos días hecho sentir un poco viva. Imaginarse la aventura que el joven Flaubert con su amigo del alma durante dos largos años estubieron realizando por Egipto y el Oriente Medio le llenaba de un sueño reparador. En ese siglo el mundo era otro , a pesar que el escritor se refugió y encerro en su Rohen para el resto de su vida al volver de tal aventura. Su idea de que la burguesia era el mal de los tiempos modernos le interesaba mucho . El atentado con las máquinas y las indústrias que convertían el mundo en inhópito para quienes más allá de los ideales románticos y del modernismo cultural sólo pensaba que la novela era el origen de la narración inteligente a diferencia de los planfetos de hasta entonces.
Luego reposo de tanta lectura , me quedo embobada mirando el vació , en estado catatónica y así pasa el tiempo , con sus minutos y segundos .. esperando lo que Becquet anunció , o lo que Bergman propuso al caballero de la armadura en su partida de ajedrez, o lo que Allen escribió en su cuento intempestivo, o el recuerdo de Joyce en su relato dentro de Dublineses…