
La madrugada le era terrible . El insomnio la agotaba noche tras noche. Apenas podía descansar . A pesar de ello , Silvina sabía que sin una noche oscura no hay un alba clara. Había aprendido a guardar silencios tras aquellas palabras de su madre cuando le explicó que se iba a vivir con Obdulia. Su pareja era una chica pecosa, con cabellos rizados pelirojos , de constitución fuerte , no muy alta pero con un enorme corazón. A Silvina le parecía la chica más maravillosa del mundo ,por eso al cabo de unos meses cuando la besó supo que había encontrado su media naranja. Bueno , a Silvina tampoco es que le gustasen mucho los cítricos pero si cambiamos la fruta por un mango o una papaya seguro que lo que había conseguido era por fin ser feliz con Obdulia. El día que sentó a su madre primero y luego más tarde en casa de su padre , a sus progenitores para comunicar su decisión no estaba tan pendiente de marchar de casa por su edad y sostenibilidad económica , más bien lo fué por su condición sexual . Ser lesbiana era algo que le importaba lo suficiente como para reivindicarse frente a su madre y padre con una identidad. SIn embargo , la respuesta de ambos sólo le sirvió para constatar que no entendían su condición sexual . Supo entonces que formaba parte de una generación donde el género y el sexo se vivian sin etiquetas, sin clasificaciones, sin tabues, sin prejuicios , sin anclajes , sin morales .
Aquel día cogió las cuatro bragas , dos sujetadores, un pijama de «narayoto» , dos camisetas de Fredy Mercuri , unos jeans , unos leggins para escapar rápidamente por la puerta. No penso en nada más , sólo supo que debía escapar de tanta mediocridad, de tanta tonteria partenalista, de ese patriarcado obsoleto, de esas miradas que juzgan a quienes no reproducen el modelo social establecido. Su entorno siempre había sido fácil , Hablar, escuchar , ver , compartir , sobre sexualidad, sobre feminismos, sobre políticas de género, sobre identidades , sobre amores y desamores era muy sencillo y rico. Muchas horas SIlvina se pasaba con Obdulia junto a sus amigos y amigas en los parques sobre la hierba contemplando el follaje de los árboles para balbucear como se sentían, como deseaban los cuerpos , los deseos , las vidas de los otros y otras, las suyas propias, como si fueran un producto existencial que permite ser feliz. Por eso cuando marchó de casa para ir en busca de su amor supo que nunca más regresaria a su hogar de infancia. Había perdido para siempre una familia y debía empezar de nuevo con una nueva familia de zero. Así con el tiempo Obdulia y Silvina leyendo a Judith Buttler, a B.Preciado descubrieron que era importante tener argumentos contra quienes creían todavía que la mujer no tenía otro papel que el de ser ama de casa, esposa de hombre, sumisa en el fondo de un modelo o sistema social represor , opresor y muy condescendiente.
La vida de ambas así se convirtió en una reivindicación sobre el género. Silvina que no dormia por las noches casi nada al lado de Obdulia parecío mejorar el sueño . Sin embargo las pesadillas entorno a Amazonas guerreas o las mujeres de Lesbos se repetían siempre cuando empezaba a cerrar los ojos . Las muchas preguntas que formuló a especialistas como psicólogas, psiquiatras o simples médicas de familia no resolvieron el problema. Esa cronificación del tiempo de descanso , de reparación , de desconexión era claro que le produjo secuelas como tics nerviosos, ciertas narcolepsias diurnas, fatiga crónica, mal humor, irascibilidad, desasosiego. Obdulia con su sonrisa y paciencia intentaba ponerle remedios caseros como la sopa de tila, las tisanas de valeriana, los rituales previos donde todo era dispuesto para conseguir ese sueño . Nunca había una buena respuesta. Las pesadillas que Silvina tenía se juntaban con sus deseos insospechados de ser feliz alcanzando espacios oníricos que le llevaran a pacificar su estado mental .
Un día cuando ya tenía más de 99 años y sentada en su sillón predilecto su compañera de toda la vida Obdulia le dijo que ya no la quería , su corazón empezó a palpitar con mayor rapidez. El mismo día su compañera marchó de casa. Silvina se quedó con la gata que tanto amaba : Babsy , que ya tenía 18 años. El mundo se le cayó encima. Se presentaba una vejez en soledad y con un cuerpo castigado de tantos años sin pegar ojo. Al principio fué desesperación lo que le llevó a pensar que todo estaba acabado con su edad y que poco debería hacer a partir de entonces . Esperar a la muerte estirada en ese sillón. Mientras así lo pensaba oyó que alguien llamaba a su puerta. Los tocs tocs de una madera maciza la despertaron de su somnolencia. Con la rapidez que le caracterizaba fué hacia la puerta y abrió sin mirar por la mirilla. Frente a ella habían dos ángeles resplandecientes. No se lo podía creer , y froto sus ojos varias veces con sus manitas arrugadas. Luego al ver su cara de medio espanto y sorpresa , ellos le preguntaron :
-Silvina no sufras más te acompañaremos durante los últimos años de tu vida y no sentiras la soledad de tu ancianidad.
- ¿Cómo es eso que me decís ?
Sin pensarlo mucho más ambos entraron en su casa y se pusieron a arreglar todo lo que consideraron fuera de lugar. Al cabo de un rato le preguntaron por si deseaba una tisana o un café o una bebida. Silvina que no se lo creía todavía se sentó y espero su infusión favorita : con miel virgen. Cuando ya estubo preparada ambos se sentaron alrededor de la mesilla redonda donde se encontraba el sillón de Silvina . Así ella empezó a notar una paz interior que hasta entonces no había sentido. Y quedó profundamente dormida en el mismo lugar. Cuando despertó miró el reloj de su muñeca que marcaba las 3. Misteriosamente los ángeles habían desaparecido, Frente a ella sólo una taza , Se acercó a la ventana para ver el día . No recordaba nada . La calle parecía desierta. No supo reconocer las casas de su alrededor. Nada le parecía familiar. Al cabo de unos minutos llamaron a la puerta . Se dirigió nuevamente a la puerta pero esta vez le pareció que volaba en poco tiempo alcanzó abrir . Frente a ella estaba una mujer peliroja, con cabello rizado, de complexión grande, risueña que le habló muy dulcemente de si podía pasar a ver el contador de gas. Así Silvina descubrió que seguramente todo no había sido más que un sueño , un bonito sueño de género e identidad , de aventuras y deseo, de amor y sexo. Desde aquel día Silvina durmio profundamente para siempre .