La cuestión de Israel no es la cuestión, propia del politeísmo, acerca de qué Dios la tiene más grande, sino quién es el verdadero Dios, lo cual implica, como es obvio, que cabe el falso dios, el dios en apariencia. Y esto supone una crítica frontal a la ilusión religiosa, aquella que da por sentado que un dios se manifiesta como una fuerza desproporcionada. Pues lo que se desprende de dicha crítica es que Dios en verdad no aparece como dios. De hecho, se revela como un Dios que está por ver. Tan solo hace falta que el hombre deje de esperar —tan solo basta que el hombre confíe en su progreso— para que la originaria negación de Dios, aunque sea con la excusa de una divinidad a nuestra medida, se convierta en una posición existencial. Difícilmente entenderemos de qué va el monoteísmo de Israel donde no nos demos…
Ver la entrada original 8 palabras más