En la tercera parte de la obra «Así habló Zarathustra» Friedrich Nietzsche escribe sobre un huésped : el invierno donde uno puede cobijarse en el rincón soleado del monte de los olivos. En ese lugar el silencio incluso molesta como el zumbido del mosquito o el vuelo de las moscas. La soledad hiere y fustiga incluso la luna llena de la noche nos incomoda . Sin embargo esa reclusión del invierno frio es preferible al calor del fuego , porque el amor de los helados temporales del invierno son mejores al de los cálidos veranos exteriores frívolos . Amar interior en el aposento de nuestra habitación , !qué lejos está de esos amores que se escapan en los veranos ligeros de equipaje y poco profundos ! .
En los lechos de nuestros inviernos la felicidad es plena porque nos reimos incluso en esos sueños , en las camas invernales somos plenamente dichosos. La pobreza es fiel en estos inviernos frios e inhóspitos , la cólera se regozija frente a la pereza que acaba siendo el amigo del hogar . Y las velas de cera encendidas como el incienso en el anochecer permiten que se contemplen todos los finales de los cielos frente a las ventanas en la oscuridad más profunda. Por eso cuando somos lo peor de nosotros ya de madrugada a eso de las seis el único refúgio es la soga que gime en el cuello por haber perdido la vida en el silencio de la tierra fría. Los gritos de las calles en esos inviernos se balancean por el delirio de cualquier sopor . Las barbas de nieve del anciano que somos de blancos cabellos y calvícies absolutas en ese cielo invernal silencioso guarda el secreto incluso del suspiro último dentro de poco. «¿Acaso aprendí de él mi largo y luminoso callar ? …. mi maldad y mi arte favoritos están en que mi silencio haya aprendido a no delatarme por el silencio mismo»
No hay que tener voluntad en esos inviernos aislados , ajenos a los demás , escondidos en los cuerpos únicos, preferimos desconfiar de todos e incluso de las palabras . No hay más deseo que la locura de estos inviernos en soledad y silencio , ocultándonos en las puertas cerradas con llave en las penumbras husmeando en las miserias con el velo cubierto de escamas y ñafras pasadas . ¿Cómo podemos esconder el alma de esos pecados , de ojos cansados de manos arrugadas del corazón marchito ? ¿ la malicia del alma exprime las lágrimas de soledad hasta la sequedad más profunda del vacíó ?
La felicidad apolillada siente como se va el tiempo de instantes de momentos para siempre sin hacer nada , nada frente al invierno que detiene. Por eso en el hielo de las cumbres la montaña impide respirar y coger aire , así se entumecen las poesías de los días . «la soledad de uno es la huida propia del enfermo , la soledad del otro es la huida ante el enfermo» oir tiritar de frio en la cama vacía sin abrigo alguno y gemir en invierno es la manera más fácil de encarar el hogar único del huerto de los olivos .